LA DISCRIMINACION EN LA HISTORIA
El
siglo XX se ha caracterizado, entre otras cosas, por albergar las formas más
cruentas de discriminación, y ahora en los albores del siglo XXI la
discriminación es considerada como una de las violaciones más flagrantes de los
derechos humanos. Esto no es casual, la complejidad de nuestro medio social y
la violencia que se agudiza cada día más, ha dado lugar a la discriminación que
en su sentido más elemental, no es más que el daño ejercido sobre las personas
por parte de otros seres humanos.
Viendo
los hechos y manifestaciones violentas que se suscitan a diario en nuestra
sociedad, parece ser que se cumple aquella sentencia de Heráclito cuando
afirmaba que “la violencia es padre y rey de todo”. Jean Paul Sartre decía que
la violencia “hace sociedad”, pero se trata una sociedad que es el antagonismo
de la sociedad fundada en la razón y en el amor, pues es una sociedad
desesperada que busca por medios violentos lo que debería alcanzar a través de
la convicción, del diálogo o de la negociación.
La
violencia es, históricamente, un fenómeno humano, una situación difusa que se
encuentra vinculada a casi todos los aspectos de las relaciones humanas. Sólo
el hombre es quien puede ejercer violencia contra sí mismo y contra los otros.
Sólo él es capaz de destruirse, de eliminarse, incluso, de justificar la violencia
que ejerce en contra de los demás. Muchas veces el hombre para afirmarse a sí
recurre a la violencia negando al otro, excluyéndolo, y por lo tanto,
violentándolo. Unas veces amparándose en la legalidad, en la costumbre y en la
moral, otras utilizando instrumentos que multiplican la potencialidad de
dominio
DISCRIMINACION ACTUAL
En el horizonte
actual vemos día a día como se deja aparecer la violencia al desnudo, como se
ha escapado de las manos del hombre, cuando la justicia se confunde con la
venganza, el orden con la represión, cuando se utiliza la violencia “legitima”
para erradicar la otra violencia, dando como resultado una atmósfera densa de
violencia donde casi siempre los afectados son los desprotegidos, los
marginados y los excluidos. Ya no es posible diferenciar una violencia de otra,
ésta se ha convertido en polimorfa. El hombre al sentirse prisionero de un
sistema que utiliza la violencia para su legitimidad, para su funcionamiento,
en algún momento se enfrentará a una situación temible donde la violencia
podría explotar irremediablemente.
Dentro de la
complejidad de nuestra situación actual y en la esfera de la violencia, se
presenta una violencia que opera ciegamente, que pervierte la condición humana
y el ámbito de la interrelación entre los hombres, es una forma de decadencia
social que hasta hoy se le ha dado la categoría de amenazante, pero también es
una indigencia del corazón humano que se ha convertido en una hostilidad e
indiferencia tajante frente a los demás hombres, que en su caso extremo, es la
búsqueda de la negación del otro, desde la antecámara de la vejación y de la
marginación. Violencia que deliberadamente causa daño tanto físico,
psicológico, moral al otro.
Esta violencia tiene
su nombre: la discriminación, que es ante todo un fenómeno social, una
situación de exclusión, de no reconocimiento, pero también, es el resultado de
la indiferencia moral hacia el otro, que en su grado extremo, es más bien, el
odio al otro, al que es diferente, al desconocido, al marginal, al que viene de
otra parte, etc.
El asunto de la
discriminación, en tanto fenómeno social dinámico, es un tema de gran
complejidad que merece ser analizado de forma holística, su naturaleza,
manifestaciones y proyección hacen indispensable abordarlo ampliamente, ya que
su ominosa presencia genera una problemática particularmente complicada,
lacerante y de honda repercusión en el tejido social.
Desde el punto de
vista semántico, el diccionario de la lengua de la Real Academia Española,
define a la discriminación como acción y efecto de discriminar; respecto
del último término expresa que discriminar es, en una primera acepción, seleccionar
excluyendo; en tanto que en un segundo significado se entiende como: dar
trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales,
religiosos, políticos, etc.
La aceptación del
término ha comenzado a crear argumentos de reconocimiento en torno al fenómeno.
La discriminación en un sentido lato puede ser entendida como la vulneración
del principio de igualdad, presente ya en la Constitución norteamericana de
1787 o la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, como
sustrato de esa semejanza inherente a todas las personas emanada de la dignidad
humana. Sin embargo, este punto de vista ha sido criticado por parecer muy
general.
Por otra parte,
podemos considerar que la discriminación en sentido estricto, se materializa
cuando a la vulneración del principio de igualdad se suma un elemento de corte
negativo empleado en perjuicio de ciertos grupos humanos, ya sea porque esté
basado en alguna peculiaridad de una persona que la distingue de otras, con la
intención de causar un tratamiento arbitrario.
Partiendo de las
nociones anteriores, puede decirse que la discriminación es un proceso
sistemático que se convierte en un comportamiento sostenido, continuo y común
entre los seres humanos, que comprende el repudio a determinados grupos de
personas, motivado por el valor negativo que se le ha asignado a sus
diferencias culturales, lo que imposibilita ser considerados como personas y
sujetos de derecho, afectando su dignidad humana.
El hecho
discriminatorio surge durante la interacción entre distintos grupos sociales y
obedece al rechazo de los demás, basado en el prejuicio que se focaliza hacia
cierta particularidad del otro. La discriminación contra una persona o grupo
tiende a una diferenciación injusta porque se mezcla con actos violentos y
arbitrariedad, a veces constantes en el tiempo; así, un ser humano puede
enfrentar tratos discriminatorios por ser pobre, por no tener educación formal,
por tener algún tipo de discapacidad, o por su orientación sexual. Cuando
alguien se ubica dentro de estas hipótesis, se convierte en una amenaza
social, que en automático anula sus valores e identidad, se le vitupera en
razón de la apariencia física y es factor de riesgo en la conformación
social ideal.
Las actitudes discriminatorias son
aprendidas. Esta afirmación es particularmente relevante y es corroborada por
diversas evidencias, las que muestran un escenario en el que niños, niñas y
adolescentes van incorporando opiniones y actitudes de discriminación hacia los
grupos sociales que tradicionalmente son marginados y excluidos.
Entre
los ámbitos discriminatorios se encuentra la discriminación escolar que es una
problemática que día a día se va extiendo en la mayoría de las escuelas. Según
datos de la Unicef6,
del año 2011, el 42.2% de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país
declara haberse sentido discriminado alguna vez en su escuela o liceo, cifra
que aumentó significativamente en relación a la medición anterior, efectuada el
año 2004, sobre los mismos ámbitos. Los estudiantes de establecimientos
municipalizados y los niños/as menores de 14 años son quienes manifiestan
mayores niveles de prejuicios en todos los temas, a excepción del tema indígena
y, a su vez, son los que se sienten más discriminados.
La discriminación escolar es otra forma de
violencia escolar. Esta actitud está incorporada en la sociedad y es
institucionalizada por los sistemas de enseñanza, que busca una homogeneidad
escolar, desconociendo la diversidad. Las motivaciones pueden ser de diversa
índole, pero siempre están ligadas con la intolerancia por las diferencias.
MANIFESTACIONES DE DISCRIMINACIÓN
ARBITRARIA EN LA ESCUELA:
Existen
diversos grupos que son víctimas habituales de la discriminación; sin embargo,
es importante destacar que no son las características diversas de las
personas las que la generan, sino las actitudes hostiles que se producen
ante esta diversidad. En el ámbito escolar, las manifestaciones de
discriminación se producen principalmente ante las diferencias por:
Diversos estilos y ritmos
de aprendizaje:
Las personas aprenden de muchas
maneras y con distintos ritmos y, por lo tanto, requieren de diversos apoyos y
condiciones del entorno. Sin embargo, los estudiantes con Necesidades
Educativas Especiales, así como aquellos que, aún sin presentar discapacidad
permanente o transitoria, aprenden más lento o más rápido, suelen ser
discriminados en el espacio escolar tanto por sus compañeros como por los
docentes y demás miembros de la comunidad educativa, y en ocasiones son
marginados de las actividades sociales de sus compañeros.
Cuando no se logran implementar
estrategias adecuadas para los distintos ritmos y estilos de aprendizaje en la
escuela, muchos niños van quedando rezagados o se aburren, por lo que son
rotulados y estigmatizados como “tontos”, “nerd”, “desordenados”,
“hiperkinéticos” o “flojos”, y son considerados un problema al interior del
aula.
La discriminación arbitraria también
se expresa cuando las y los docentes presentan bajas expectativas sobre las posibilidades
de aprendizaje de los estudiantes, lo que impone barreras a su proceso
formativo, que difícilmente podrán superar en la etapa adulta.
Apariencia
física:
La apariencia física es un motivo importante de
preocupación para los adolescentes, por lo que suele ser también motivo de
burlas y discriminación. Muchas de las formas de discriminación arbitraria y
violencia escolar se manifiestan a través de sobrenombres peyorativos que
aluden a alguna característica física que destaque; apelativos como “narigón”,
“guatón”, “cabezón”, “negro”, “chancho”, suelen ser considerados como bromas
inofensivas por los estudiantes y aceptadas (a veces promovidas) por parte de
los adultos, aun cuando se trata de expresiones que dañan significativamente su
autoestima y dignidad, resaltando una característica con la que probablemente
no se sientan cómodos o a gusto.
Este tipo de discriminación también se refiere a su forma
de vestir o expresarse, lo que en ocasiones está relacionado con la condición
socioeconómica: expresiones como “flaite”, “picante”, “pelolais”, “cuico”,
encierran una variedad de significados que profundizan la discriminación; de
este modo, “el flaite” es asociado a características de pobreza, delincuencia y
peligrosidad, en tanto que “la pelolais” se relaciona con ser superficial,
arribista y con baja capacidad intelectual.
Al igual que
las demás manifestaciones de discriminación arbitraria, esta también aplica
sobre los adultos de la comunidad educativa, dado que, por ejemplo, existen
ciertas expectativas sobre la manera en que debe vestirse un profesor: las
manifestaciones de excentricidad en este aspecto suelen ser motivo de sospecha
y duda sobre sus capacidades profesionales y/o personales.
Orientación sexual e identidad de
género:
Los y las
adolescentes homosexuales, lesbianas, bisexuales o transexuales (LGTB) son
víctimas habituales de la discriminación arbitraria, no sólo en el espacio
escolar, sino muchas veces también en sus familias. Las expresiones de
“maricón”, “mariquita”, “camiona” y tantas otras, acompañan su desarrollo; un
aspecto central, es que este tipo de discriminación se ejerce en contra de
personas que, de manera percibida o real, son consideradas homosexuales o que
tienen una orientación sexual o identidad de género diversa, es decir, no
necesariamente son homosexuales, sino que basta que lo parezcan, ya sea por su
comportamiento, gustos o apariencia personal.
Se trata de
un grupo particularmente vulnerable, dado que estos estudiantes, por lo
general, no cuentan en su entorno con personas adultas para protegerse. Lo
mismo les sucede con compañeros/as de su edad, aunque, producto de los cambios
culturales, encuentran cada vez más comprensión en sus pares etarios.
Una de las
razones de la discriminación es la falta de claridad respecto de los conceptos
que involucran a la diversidad sexual, existiendo materiales y documentos que
ayudan a revertir este punto.
Condición socioeconómica:
Los estudiantes considerados pobres suelen ser
discriminados en el espacio escolar; el barrio o población de la que provienen,
el tipo de ropa que usan, las dificultades para adquirir materiales escolares
e, incluso, ser beneficiarios de algún tipo de subsidio estatal, suelen ser
motivos de segregación, traducido en las ya conocidas “bromas” y también en la
marginación de ciertas actividades.
Este tipo de discriminación arbitraria
también se manifiesta en relación a las características familiares de los
estudiantes, como el tipo de trabajo que
desempeñan los padres y/o madres o la apariencia personal o forma de vestir de
éstos; ello puede reflejarse en expresiones de bajas expectativas por parte de
los docentes (“que más se puede esperar de este niño si tiene esa familia”…),
lo que altera severamente su proceso formativo. Del mismo modo, se suelen
sostener estereotipos altamente estigmatizadores al asociar pobreza con
delincuencia, falta de higiene o despreocupación, características que pueden
manifestarse transversalmente en todas las clases sociales.
Pero no solo se proyecta al interior
de las escuelas, ya que la condición socioeconómica también suele ser un factor
de discriminación arbitraria según el establecimiento de donde provenga el
estudiante, produciéndose un proceso de doble discriminación, dentro y fuera de
éste.
Tipo de familia:
Existen diversos tipos de familias,
tanto en relación a su estructura como a su funcionamiento. Aquellos
estudiantes que no viven con ambos padres suelen ser discriminados, bajo la
creencia de que ese tipo de familia está capacitada para ejercer de mejor
manera la crianza. De este modo, niños, niñas y adolescentes que son criados
por madres o padres solos, por la familia extensa (abuelos, tíos), cuando
conviven con padres o madres del mismo sexo, con familiares homosexuales, o
cuando tienen hermanos de diversos progenitores, son habitualmente etiquetados
de manera negativa.
Embarazo y maternidad:
Las adolescentes madres o embarazadas muchas veces son
excluidas del sistema escolar, ya sea directa o indirectamente. Se produce una discriminación
directa cuando se les niegan las facilidades para rendir pruebas o ponerse al
día con las asignaturas, cuando se entorpece su tiempo de amamantamiento,
cuando se les excluye de determinadas actividades o cuando no se respetan los
tiempos establecidos por los médicos tratantes, lo que obstaculiza su
permanencia en el sistema. De manera indirecta, la discriminación arbitraria se
produce a través de rumores y comentarios, como “son un mal ejemplo para sus
compañeros y compañeras”, “el establecimiento podría enviar un mensaje equivocado
de permisividad” o que “el establecimiento puede ser desprestigiado”. Es así
como muchas veces estas adolescentes van quedando aisladas de sus amigas y
compañeros.
Estilos juveniles:
La búsqueda
de la identidad personal es una preocupación central durante el período
adolescente, la que se traduce en una tensión constante entre diferenciarse
como sujetos únicos y particulares, y asemejarse a otros que se identifican
como iguales. El “grupo” tiene especial relevancia en esta etapa; el sentido
de identidad grupal se traduce en diversos estilos juveniles, con determinadas
características, manifestadas en elementos materiales (formas de vestir, cortes
de pelo, gustos musicales, lugares de reunión) e inmateriales (convicciones,
estereotipos, expresiones propias del lenguaje), que los y las adolescentes
consideran representativos de su identidad.
Los grupos
juveniles manifiestan distintos grados de ideologización, algunos estilos se
traducen solo en una mirada estética y otros desarrollan formas particulares
de entender el mundo y desenvolverse socialmente; de allí que algunos estilos
resultan en modas pasajeras y otros se sostienen y reproducen en el tiempo.
Si bien los
estilos juveniles varían, más que cuantificar y describir estas diversas
manifestaciones culturales, resulta importante reflexionar en torno a la
necesidad de expresión juvenil que está detrás y que la cultura escolar, con
sus normas, ritos y costumbres, no siempre es capaz de identificar como un ámbito
que forma parte de la identidad de los y las estudiantes y que, por lo tanto,
es necesario respetar, en la medida en que no transgredan los derechos de los
demás.
Sexo:
Hombres y
mujeres son diferentes, pero tienen el mismo potencial para aprender y requieren
de las mismas oportunidades para lograrlo. Sin embargo, y aunque no siempre de
manera consciente, las estudiantes suele ser discriminadas arbitrariamente por
razones de género12. Las expectativas y niveles de exigencia por
parte de los docentes varía según se trate de hombres o mujeres (se les exige
más a los varones en asignaturas científicas y matemáticas, y a las niñas en
aquellas humanistas), lo que les resta oportunidades de aprendizaje, en
especial, a las mujeres.
En este
mismo sentido, la discriminación arbitraria se manifiesta en relación a las
expectativas sobre las conductas esperadas para cada sexo: de una niña o
adolescente se espera que cumpla con una serie de características asociadas a
lo femenino (ser suave, ordenada, tranquila, responsable, emotiva, etc.) y,
cuando no cumple con estas expectativas es discriminada por “problemática” o
“ahombrada”.
Lo mismo
sucede respecto de los hombres: de ellos se espera que cumplan con una serie de
conductas asociadas a lo masculino (que juegue fútbol, que sea bueno para
pelear) o, de lo contrario serán etiquetados y, consecuentemente, discriminados
como “llorones”, “cobardes” o “afeminados”.
Pueblos originarios:
Los estudiantes pertenecientes a
alguna etnia indígena son frecuentemente discriminados, no solo por sus
compañeros sino también por los docentes y demás miembros de la comunidad
educativa. Esta segregación se manifiesta a través de bromas e insultos,
apelando de manera peyorativa a su condición indígena (utilizando términos como
“indiecitos” en el sentido de un insulto, por ejemplo), así como también a
través de la negación y desvalorización de sus costumbres y lenguas
originarias. Esta discriminación trae como consecuencia un deterioro progresivo
de su patrimonio cultural y lingüístico, determinando el que muchos estudiantes
opten por negar u ocultar su condición de indígenas, dañando su autoestima y,
por tanto, su identidad.
Discapacidad:
Existen
diversos tipos de discapacidad (física, psíquica, mental y sensorial)13;
niños y niñas, al presentar cualquiera de ellas, son víctimas habituales de
actos discriminatorios, aunque no siempre con una intencionalidad negativa. Al
igual que otros grupos excluidos arbitrariamente los estudiantes que presentan
alguna discapacidad son objeto de “bromas” y apodos peyorativos que apelan a su
condición (“cojo”, “cuatro ojos”, “mongólico”, “enano”, etc.), lo que refleja
la tendencia de nuestra sociedad a centrarse en la carencia y no en los
recursos y capacidades diferentes que cada persona desarrolla. Estos
estudiantes suelen ser marginados de los juegos y eventos sociales de sus
compañeros bajo la idea de que la diferencia les impediría compartir las mismas
actividades. En otro sentido, pueden tener un trato diferente de forma
positiva, pero dañina también. El ejemplo más frecuente es la sobreprotección a
la cual se les somete, lo que entraña sentimientos de lástima y poca confianza
en sus capacidades.
Los
adultos también pueden cometer actos de discriminación respecto de los
estudiantes que presentan discapacidad, ya sea marginándolos de ciertas
actividades, implementando estrategias homogeneizadoras que no contemplan sus
recursos de aprendizaje o asumiendo roles sobreprotectores que les impiden
desarrollar procesos de autonomía.
Enfermedad:
Enfermedades
como el VIH, la esquizofrenia o la epilepsia, por mencionar algunas, son
estigmatizadas, fundamentalmente, debido a la ignorancia respecto de sus
características. A los y las estudiantes que viven con alguna de estas
enfermedades se les condiciona el ingreso, permanencia o promoción en
establecimientos educacionales, bajo la premisa de que se trataría de niños
enfermizos, portadores de contagio para los otros miembros de la comunidad
educativa o, simplemente, peligrosos.
Inmigrantes:
Los inmigrantes
reciben un trato diferenciado y solo algunos de ellos son discriminados, bajo
el estereotipo de tratarse de nacionalidades “inferiores” a la nuestra. No
sucede lo mismo respecto de estudiantes europeos o estadounidenses, quienes,
por lo general, tienden a ser valorados precisamente por sus diferencias (como
el manejo de otro idioma). Los estudios14
dan cuenta de que
niños y adolescentes ecuatorianos, peruanos, bolivianos y haitianos, son
quienes más sufren de la discriminación por parte de sus compañeros y de la
comunidad educativa en general, lo que se traduce en la negación de ingreso o
permanencia en el sistema escolar, bromas, burlas y exclusión, entre otros.
Acciones como la negación de matrícula se tratan de justificar en la falta de
regularización de la residencia de sus familias en el país, porque impediría el
ingreso a los niños chilenos o porque son niños, niñas y adolescentes que no
manejan símbolos y códigos de la cultura nacional.
En Chile,
los niños y niñas migrantes tienen asegurado el acceso y permanencia en el
sistema educacional, independiente de la condición migratoria de sus familias,
tal como lo establece el Oficio ORD N° 07/1008 (1531) de agosto 2005, del
Ministerio de Educación.
Religión o creencia:
Este tipo de
discriminación arbitraria se ejerce sobre aquellos miembros de la comunidad
educativa (estudiantes y sus familias, docentes, asistentes de la educación,
etc.) que profesan una religión distinta a la dominante en la escuela, o ante
aquellos que son agnósticos o no creyentes. Se les atribuyen características
valóricas que son generalizaciones estereotipadas: “los evangélicos son
fanáticos”, “los ateos son personas sin valores”, “los musulmanes son
peligrosos”, etc., con las cuales no solo se excluye al estudiante, sino que se
pierde la oportunidad de conocer y valorar el pensamiento diverso, así como las
distintas formas de concebir el mundo y la espiritualidad.
Cabe
destacar que en Chile rige la Ley Nº 19.638, conocida como de “Igualdad de
Cultos”, que reafirma el respeto a los principios de igualdad ante la Ley y de
libertad de conciencia, ya contemplados en la Constitución. Los
establecimientos educacionales tienen la obligación de respetar dichos
principios, así como el derecho de las familias a educar según sus creencias
con pleno respeto a la diversidad.
Pese a esto se han
descubierto infinidad de Consecuencias de la
discriminación escolar:
Entre las
consecuencias más comunes y de gravedad de la discriminación escolar está la
deserción, provocada por la intolerable situación.
Los trastornos
psicológicos y fisiológicos son otra de las consecuencias de la discriminación
escolar. Desde depresiones, tartamudez, y afecciones psicosomáticas, retraso en
el aprendizaje, entre otros. Así también encontramos entre los afectados una
serie de problemas que afectan tanto a su entorno educativo como familiar entre
ellos están:
- Odio
- Resentimiento
- Depresión
· Debilidad
*Baja autoestima
- *Desconfianza
- Guerra
- Violencia
- Rechazo
- Inseguridad
El cambio
de escuela, ¿la solución?
En muchas ocasiones los padres optan por cambiar a sus
hijos de escuela, ya sea porque son los agresores de otro y fue expulsado, o
porque fue la víctima de la discriminación. Al respecto, Valadez no considera
que sirva de mucho, ya que en ambas situaciones se llevan el problema a su
nueva escuela.
“Si el agresor es expulsado llegará a la nueva escuela tratando de ejercer la
misma conducta que de alguna manera le fue benéfica, como es la de adquirir un
protagonismo que no tiene en casa. Si es la víctima probablemente se verá afectada
por el síndrome de indefensión cognitiva, que se caracteriza por un importante
déficit cognitivo, motivacional y afectivo que van a exponerlo al fracaso
escolar o a conductas poco saludables o de riesgo, entonces va a ser la misma,
va a seguir siendo víctima”. Por esta razón se dice que no es la solución de
igual forma por que cabe destacar que esta problemática va extendiéndose de
manera extraordinaria por todos los rincones del país por las escuelas de los
distintos niveles educativos siendo instituciones públicas o privadas.
Es
precisamente por la falta de una solución
que ni la escuela ni los docentes pueden seguir siendo indiferentes a la
problemática de la discriminación en la escuela. Ya no es admisible que frente
a la presencia de actitudes y conductas sexistas, racistas, homofóbicas e
intolerantes, escuela y docentes pasen de largo, sea porque piensen que eso no
está dentro de sus responsabilidades (las cuales consistirían sólo en
transmitir los contenidos de la curricular), sea porque no quieren buscarse
problemas o sea porque aun cuando tengan la mejor intención de actuar, no saben
cómo hacerlo y carecen de los conocimientos y herramientas adecuadas.
COMBATIR LA DISCRIMINACIÓN:
Combatir
la discriminación en la escuela exige una estrategia articulada que comprometa
a los distintos actores de la comunidad escolar, señaladamente a directivos y
docentes, que abarque los diferentes ámbitos, prácticas y relaciones que
ocurren en el espacio escolar y que se sustente en una plataforma pedagógica consistente:
una estrategia integral, pues, de educación para la no discriminación.
La
discriminación, como hemos visto, se sostiene en una triada de desprecio,
negación de derechos y exclusión. Esto nos permite, por oposición, delinear los
propósitos esenciales de la educación para la no discriminación.
Enuncio
cuatro objetivos fundamentales:
·
Contribuir a la
construcción de sujetos de derecho. Una persona
discriminada es una persona sin derechos y, por lo tanto, alguien a quien se le
debe restituir su condición ciudadana, inmerecidamente cercenada. Por ello, la
educación para la no discriminación debe promover el conocimiento de los
derechos, su ejercicio, su defensa y el dominio de las herramientas y
mecanismos que permiten protegerlos.
·
Desarticular las bases
socioculturales y simbólicas de la discriminación.
Una tarea fundamental es combatir desde su raíz los prejuicios, estereotipos y
estigmas que naturalizan, invisibilizan y le confieren legitimidad social al
maltrato del que son objeto determinadas personas y colectivos sociales.
·
Promover identidades
libremente elegidas, plurales y no confrontadas.
Otra tarea pedagógica fundamental es no sólo combatir
prejuicios específicos, sino las estructuras mismas que dan lugar a los
prejuicios, lo que supone reformular los esquemas maniqueos que subyacen
a nuestra forma de ver el mundo y lo que en él ocurre, y que son fuente
inevitable de intolerancia. Tarea ésta que se traduce en tres exigencias
educativas cruciales: cultivar la autonomía moral como medio para
resistir las presiones del entorno; desarrollar el juicio crítico como
medio para superar interpretaciones maniqueas de la realidad y de las
personas; y promover el desarrollo de la autoestima como recurso para
afirmar la propia valía y resistir toda tentativa de sobajamiento y degradación
por parte de otros.
·
Contribuir a la
construcción de nuevos referentes para la interacción social.
No se trata sólo de evidenciar las sinrazones de los prejuicios,
sino de ofrecer herramientas conceptuales y prácticas que permitan
reconstruir la convivencia social sobre nuevas bases. Si la discriminación
se expresa, entre otras cosas, como intolerancia hacia determinadas
diferencias que son calificadas de inadmisibles, se debe favorecer el
desarrollo de dos competencias clave: uno, la empatía como vía para
estar en condiciones de ver a los otros como personas con derechos, de
comprenderlos y considerarlos como iguales y, por lo tanto, como
legítimos interlocutores; y dos, el respeto, la disposición a aceptar y
a convivir con cualquier forma de ser, pensar y actuar que elijan para
sí mismos los demás ciudadanos en el marco del Estado democrático de
derecho; en otras palabras, la capacidad de reconocer y valorar todas
las expresiones de la diversidad humana que sean compatibles con los
derechos humanos y la legalidad democrática.
La
propuesta que, desde mi punto de vista, puede contener y desplegar estos
objetivos para combatir eficazmente el fenómeno discriminatorio es la educación
intercultural, entendida no como un enfoque que simplemente se propone
favorecer la integración de ciertos grupos específicos como migrantes,
indígenas o personas con discapacidad a la corriente “normal” de la escuela y
la sociedad, sino como un enfoque sustentado en una perspectiva de derechos, de
carácter incluyente, que atiende todas las expresiones de la diversidad
porque parte de la premisa de que en la escuela y
en
la vida las diferencias son la norma y que estas diferencias no tienen por qué
entenderse como problemas o déficits respecto de un supuesto patrón ideal.
La
educación intercultural tiene dos grandes objetivos:
1. Lograr una real igualdad
de oportunidades educativas para todos los estudiantes, independientemente de
sus diferencias culturales o de cualquier otro orden (propósito
que tiene que ver con la genuina universalización del derecho a la
educación); y
2. promover el éxito escolar de
todo el alumnado, definido en términos de desarrollo de competencias para la
vida y de competencias para desenvolverse en contextos de diversidad cultural (lo
que tiene que ver con el propósito de atender adecuadamente lo diverso, tratando
de dar a cada cual lo que realmente necesita, sin descuidar aquello que se
considera común a todos).
ENLACES A SITIOS WEB:
SITIOS WEB DE
INTERÉS: